martes, 1 septiembre 2015, 14:05
Ray Donovan, violencia para paladares selectos
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Showtime, cadena acostumbrada al éxito, convirtió a 'Ray Donovan' en el acontecimiento televisivo de 2013. Un trono efímero, en cualquier caso. El récord de audiencia de su episodio piloto venía a refrendar algo que era un secreto a voces: había nacido una serie de culto. Los ingredientes de la brillante creación de Ann Biderman estaban perfectamente medidos: una familia desestructurada, violencia a la carta y un protagonista a la altura de las exigencias. Las exigencias, por supuesto, complejas y variopintas, como los secundarios que soportan el peso de una trama que aspira a perdurar en el tiempo.
Elegir a Liev Schreiber como cabeza de cartel es una apuesta segura. Actor sólido, versátil y de una presencia física impactante, debe ser también ensalzado por ser el feliz marido, cuatro hijos mediante, de Naomi Watts. Su interpetación, (co)medida y siempre llena de matices, encaja a la perfección con un personaje amoral y carente de empatía con su entorno que consigue, curiosamente, empatizar con el espectador desde el primer plano.
Para dar cumplida réplica a un actor que va camino de gran estrella era necesario llenar el espacio de robaplanos contrastados: Elliott Gould, James Wood, Rosana Arquette, Sherilyn Fenn, Steven Bauer, Hank Azaria, Ann-Magret... van dejando su impronta en cada una de las tres temporadas. Pero, por encima de todos, brilla la magnética presencia de un genial Jon Voight, un actor difícilmente clasificable, capaz de ser nominado el mismo año a un premio Razzie, por 'Anaconda', y ganar, meses después, un Globo de Oro por 'Legítima defensa'. Un tipo de vuelta de casi todo, hasta de su parentesco con Angelina Jolie, que con un simple gesto justifica media trama.
Esta serie, singular en su concepción y plural en su planteamiento, se desarrolla en la ciudad de Los Ángeles y alrededores. En un ambiente de lujo y corrupción, Ray Donovan se mueve con soltura olvidando su tortuoso pasado en un barrio obrero de Boston. Ray es un 'solucionador de problemas', eficaz e implacable para la firma de abogados Goldman & Drexler, dúo especializado en conseguir que las letrinas de ricos y famosos huelan permanentemente a lavanda. Lo que vendría a ser un señor Lobo en el universo Tarantino o un Michael Clayton en el de Tony Gilroy. Un tipo preparado para todo menos para enfrentarse a su familia y tratar de reparar lo que, seguramente, es irreparable.